Además de
favorecer la empatía, ejercita la memoria, mejora la concentración, fortalece
las conexiones neuronales y protege contra las enfermedades neurodegenerativas
La lectura es uno de los mejores ejercicios para
mantener el cerebro en forma: aumenta la capacidad de concentración, promueve
la empatía, favorece las conexiones entre neuronas y, si es un hábito
frecuente, es un ejercicio útil para evitar la pérdida de las funciones cognitivas
asociadas a la edad.
“Un cerebro
activo no sólo realiza mejor sus funciones, sino que incrementa la rapidez de
la respuesta. Mientras leemos, obligamos a nuestro cerebro a pensar, a
ordenar ideas, a interrelacionar conceptos, a ejercitar la memoria y a
imaginar, lo que permite mejorar nuestra capacidad intelectual estimulando
nuestras neuronas. La lectura también genera temas de conversación, lo que
facilita la interacción y las relaciones sociales, otro aspecto clave para
mantener nuestro cerebro ejercitado”, recuerdan desde la Sociedad Española de
Neurología, con motivo de la celebración del Día Internacional del Libro.
Todo comienza cuando nuestra retina reconoce unos
signos que llamamos letras y los une en una palabra. A partir de ahí, se produce
una cascada de activación cerebral que
implica áreas muy diversas: la primera es la corteza visual, ubicada en
el lóbulo occipital. Después la información pasa a la corteza de asociación
visual, que nos permite identificar las letras encadenadas. A partir de aquí se
abren dos nuevas rutas, una que permite a nuestro cerebro traducir las palabras
a sonidos y otra que decodifica el significado de cada palabra.
El área de Broca, situada en el hemisferio izquierdo,
además de estar implicada en la producción del habla, el procesamiento del
lenguaje y la comprensión, está también implicada en el análisis de las
oraciones complejas. De ahí que uno de los beneficios de la lectura sea también
el de facilitar la comprensión de oraciones y frases.
Y todo esto, cualquiera que sea el género elegido. Los
expertos asegura que las narraciones, sean o no de ficción, nos ayudan también
a mejorar las habilidades sociales y la empatía, precisamente porque nos
permiten sumergirnos en las vivencias de los personajes y en las interacciones
que establecen entre ellos.
Reserva cognitiva
Además, en los últimos años, han sido muchos los
estudios que han relacionado el nivel de lectura y escritura con un aumento de
la reserva cognitiva. “Desde el punto de vista de la neurología, el concepto de reserva cognitiva ha cobrado
una gran importancia, no solo porque se ha visto que existe una relación
directa entre la misma y el buen
funcionamiento cognitivo y ejecutivo de nuestro cerebro cuando
envejecemos, sino porque se ha demostrado que es un factor protector ante los síntomas clínicos de las enfermedades
neurodegenerativas”, mantiene el doctor Guillermo García Ribas,
Coordinador del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la SEN. “Se ha
comprobado que cuanto mayor reserva cognitiva posee un individuo, mayor
capacidad tiene su cerebro para compensar el daño cerebral generado por ciertas
patologías”.
Aunque la lectura es buena a cualquier edad, niños y
personas mayores son los dos grupos poblacionales en los que se debe insistir
más en el fomento de la lectura.
En los niños, porque es el mejor momento para inculcarles este
hábito y, además, su cerebro y sus funcionalidades están todavía
desarrollándose. En los mayores, para que puedan seguir manteniendo su
cerebro activo a pesar de que su actividad sea más reducida, la lectura diaria
es un estímulo más para su cerebro. “Algo que se detecta es que hay muchas
personas que, aunque tienen el hábito de la lectura, al hacerse mayores dejan
de hacerlo, principalmente por perder capacidad visual, lo que les dificulta
mucho realizar estas actividades. En esos casos, animamos a estas personas a
participar en grupos de lectura o a utilizar otro tipo de soportes”, señala el
Dr. Guillermo García-Ribas.
Leer, sobre todo relatos de ficción, puede ayudar a reducir
el nivel de estrés, que es origen o factor de empeoramiento de muchas dolencias
neurológicas como cefaleas, epilepsias o trastornos del sueño. Además, leer
un poco antes de irnos a dormir, puede ayudar a desarrollar buenas rutinas de
higiene de sueño, sobre todo si acostumbramos a nuestro cerebro a
relacionar esta actividad con la hora de dormir, apuntan desde la SEN.
Afortunadamente, a pesar de los complejos procesos
cerebrales que tienen lugar, para disfrutar del placer y beneficios de la
lectura, no es necesario más que sumergirse en las páginas -en papel o
electrónicas- de un buen libro.